Fey y El Castillo Encantado

"...dejame vivir este sueño... el mejor que he tenido..."



Otra temporada pasó, y Fey no avanzaba mucho. Empezaba a creer que nunca llegaría al Castillo Encantado. Tal vez todo era un tonto sueño. Hasta que ella apareció. Fey estaba descansando en un bosque de robles sagrados, cercano al parque de juegos. Cuando vio una delgada figura entre los árboles. Miriem, la Druida, estaba rindiendo culto. Caminaba por el bosque con gran solemnidad cargando en sus manos la ofrenda a los antiguos robles. Vestía una túnica amarronada como la tierra a la que adoraba, y su larga cabellera estaba adornada con pequeñas flores.
Cuando notó la presencia de Fey, se acercó a ella. Sabia qué la aquejaba. Pero había visto su corazón y su espíritu, y sabia también de qué era capaz.
-¿Por qué lloras?- le preguntó.
-no estoy llorando.- dijo Fey.
-Sí que lo estas. Puedo oír tu corazón.-
-es que… es difícil mi camino… tal vez estoy perdiendo la fe.-
-la vida es tan hermosa, pequeña. Porque mirarlo todo con tanta tragedia si puedes pintar tu mundo de rosa. Puedo ver que tu corazón es fuerte.-
-pero estoy confundida. No se quien soy. ¿Por qué no tengo alas? ¿Por qué soy diferente?-
-¿Estas tan segura que las necesitas? Puedes hacer tantas cosas hermosas sin necesidad de ellas… creo que es tu momento de brillar, hadita. Es momento de lograrlo. Estas cerca de la meta, tan solo no pierdas el camino.-
-pero… cómo… no tengo fuerzas…- titubeó Fey.
-no digas no puedo. Porque sí puedes. Voy a hacerte un regalo. Este amuleto esta hecho de madera de saúco.- dijo mientras colgaba de su cuello un collar – te dará valor, protección y energía. Úsalo siempre…-

Y se adentró en el bosque.

“yo puedo brillar… yo voy a brillar…”