Fey y El Castillo Encantado

"...dejame vivir este sueño... el mejor que he tenido..."


Y así emprendió su viaje. Comenzó a caminar por el bosque, sin saber con seguridad qué camino tomar. Hasta que un grupo de Silfos Verdes llegó con el viento y decidió acompañarla. Era lindo estar con ellos. Se divertian jugando y ellos hacian piruetas a su alrededor.
- ¿adonde vas, pequeña?- dijeron a coro.
-no estoy muy segura. Busco a alguien que pueda guiarme…- contestó el hada.
-ven con nosotros. Hacia el oeste vive un sabio Mago que tal vez pueda ayudarte.-

Al llegar a la cueva del Mago, el viento cambió de dirección y los Silfos volaron lejos.
Fey se decidió a entrar, temerosa. No sabía con que se podía encontrar. Al verla, el Mago pareció reconocerla. Como de otra vida…tal vez de otra historia.

- vienes a buscar respuestas…-
- Como sabes… que… es decir… ¡sí! - dijo Fey un tanto confundida.
- Las respuestas que busacas estan en tu interior… pero hay algo en tí que no te deja verlas.- le contestó el hechicero mientras la observaba detenidamente –eres un hada sin alas… ¿es eso un impedimento para ti?-
- Me confundes – dijo el Hada - ¿qué es lo que no me deja ver?-
- Pues… si… ¿Qué clase de hada soy si no puedo volar de flor en flor para bañarlas de hermosura?-
- Tú hermoseabas tu flor, nadie lo hacía por ti. Y de seguro era la flor más bella del bosque. ¿Qué es lo que te lleva a abandonarla y vagar sin rumbo en busca de respuestas que no sabes si vas a encontrar?- inquirió el Mago.
- Yo tengo un rumbo. Argay me espera en el Castillo Encantado. ¿sabes cómo puedo llegar a él?- preguntó Fey.
- ¡vaya itinerario te has propuesto! – señalo el Mago - ¿sabes lo peligroso que es cruzar este bosque, mas para un hada pequeña como tu? Mejor vuelve a tu flor. Estaras mas segura.-
- ¿Por qué me tratas así? ¡Tú no quieres ayudarme! – contestó furiosa. -¿porqué eres tan malo conmigo?-
- A veces brindar ayuda requiere un acto de maldad. Solo te contradigo para afirmar tu seguridad. Ahora bien, si lo que quieres es llegar al castillo de Argay tendras que tener mucha paciencia, tienes mucho que aprender… Quédate a descansar esta noche. Lo necesitaras para tu viaje-

Y asi Fey se quedó esa noche en la cueva del mago. Él le contó muchas historias de su juventud, de cómo había ayudado a un principe a crear su reinado, de cómo habia descubierto su vocacion de mago y de las cosas que vivio y aprendio antes de llegar a ser el gran hechicero que era. Fey adoraba escucharlo. Lo sentia como un padre… un maestro.
Fey se quedo varios dias en la cueva, y habia olvidado su viaje. Tal vez tenía miedo a seguir; a descubrir algo que no le gustara.
Pero una noche el Mago la llevó al bosque y le dijo:

-Pequeña amiga, ha sido muy grato tenerte conmigo estos dias. La vida de un viejo mago puede ser muy solitaria, ¿sabes? Pero no debes olvidar por qué llegaste aquí. Tengo un regalo para ti. ¿Ves esa estrella luminosa en el cielo? – Dijo apuntando hacia arriba – esa será tu estrella, y ella te guiará en tu viaje. Te encontraras con muchos que intentaran confundirte. Pero el camino estara siempre frente a ti. Mañana mismo partiras.-

Y a la mañana siguiente Fey reanudó su camino.
- no olvides que es posible ser lo que sueñas – le dijo el Mago en forma de despedida.

“puedo ser lo que sueño…” se repitió Fey. “Yo puedo…”